Gervasio Sánchez, Desaparecidos: La huella de la memoria.
La exposición de Gervasio Sánchez, Desaparecidos iba a tener una visita guiada el sábado por la mañana. Me enteré de esto a través de mi cuenta de twitter. Concretamente, la haría el propio autor en el Casino de la Exposición, de Sevilla. Sin dudarlo, cancelé un par de compromisos previos y allí que fui, con el fin de ver la exposición y a este gran fotógrafo.
El autor dedicó dos horas a presentarnos su exposición. Gervasio Sánchez nos dijo que era mucho más importante este proyecto, en el que lleva más de una década implicado, que las propias imágenes.
Esta exposición está dividida en varios apartados. Nos enseña la otra cara de la tragedia que suponen las desapariciones forzosas en varios países. La de las víctimas que rodean al desaparecido. El periodista las ha documentado en diez países de América Latina y Asia y en España.
Madres, padres, familiares, que dedican gran parte de su vida a no perder la esperanza de recuperar a sus seres queridos. Vivos o muertos. Además de las historias que cuentan las fotografías expuestas, las pinceladas de relatos reales que nos contó Gervasio Sánchez estaban llenas de sentimiento. Y sobre todo de emoción y respeto por esas personas.
Bodegones lúgubres.
Una de las partes que más me impactó fue la de los bodegones. Bodegones que el fotógrafo fue formando con los utensilios que sirven a los supervivientes para mantener el recuerdo de sus desaparecidos. Objetos cotidianos como una navaja de afeitar. U otros que nos informan de los hobbys que practicaban esas personas desaparecidas. Una cámara de fotos, unos nunchakus… Pasando por cartas póstumas, o ropa que han guardado durante décadas esas madres de desaparecidos por motivos políticos.
El autor nos condujo por el recorrido de la exposición. Esta comienza con fotografías muy intimistas de diversos centros de desaparición en Argentina, Irak o Camboya, entre otros. Finaliza por los centros donde se hacinan los restos aún sin identificar de miles de personas en esos países. También, los entierros de aquéllas víctimas que han podido ser identificadas. O la importante labor de los forenses a la hora de clasificar e identificar esos vestigios.
Mientras comentaba los hechos que rodeaban a las fotografías que presentaba, el autor nos dejó algunas importantes píldoras de lecciones periodísticas y fotográficas. Desde que «el periodismo es paciencia y es tiempo», a la afirmación de que si el periodista no está dispuesto a sentir el interior de las víctimas será incapaz de transmitir esa tragedia.
Ética periodística.
Para mí, uno de los comentarios que más me llegó fue el de cómo debe comportarse un fotoperiodista. Hay que pedir permiso para hacer las fotografías y no molestar. Porque es importante contar la historia, pero lo más importante es el respeto por el dolor de esas personas. Sobre todo en esos momentos en los que, por ejemplo, reciben los restos mortales de sus seres queridos. Cuando constantemente vemos por televisión morbo gratuito y falta de respeto por la intimidad del dolor ajeno, palabras como estas lo reconcilian a uno algo con el oficio de periodista.
La última parte de la exposición está dedicada a las exhumaciones de víctimas de la guerra civil española. Y aquí Gervasio Sánchez no duda en criticar la «cobardía de todos los partidos políticos». Por la falta de un acuerdo de estado hace veinticinco años para solucionar este problema. Y por el uso partidista que siempre se ha hecho del tema.
Con verbo afilado y sin pelos en la lengua, el periodista dijo claramente lo que pensaba de ciertos políticos y de ciertos medios de comunicación. Y, por cierto, confirmó que el famoso pps que circula por la red es cierto que refleja su discurso, aunque no lo es que se lo hubieran censurado.
La exposición de Gervasio Sánches, Desparecidos, no es cómoda de ver. No hay fotografías «plásticas» ni estéticamente impresionantes. Lo que impresiona, dentro del más genuino tratamiento fotoperiodístico, son las propias imágenes y las historias que cuentan los pies de foto.
Historias tristes.
La mayoría de las fotos son en un blanco y negro muy sobrio. Con encuadres sin demasiada florituras y en los que se aprecia un evidente dominio de la iluminación. Los pocos retratos en color que encontramos son imágenes frontales de personas. Mujeres y hombres a quienes les han «desaparecido» a familiares, con fotografías de éstos en su regazo.
Es impresionante que muchas de estas personas ni siquiera tengan una foto de sus seres queridos, y sostienen, entonces, un cartel con el nombre de la persona desaparecida y qué familiares (generalmente hijos) ha dejado atrás.
También se proyecta un documento audiovisual en el que muchas de estas personas cuentan a cámara a quiénes han perdido. Sus esperanzas por encontrarlos algún día, su tristeza por saberlos fallecidos. O su alivio porque, al menos, les han devuelto los restos, o la desesperación o resignación por no saber nada de ellos.
La exposición de Gervasio Sánches, Desaparecidos, puede visitarse gratuitamente hasta el 10 de marzo en el Casino de la Exposición de Sevilla. Y merece mucho la pena. Cualquier persona con sensibilidad encontrará material de reflexión. También, el registro de tragedias que siguen abiertas y, sobre todo, la dignidad de esos supervivientes que siguen viviendo cada día y manteniendo la memoria de sus ausentes.
¿Has ido a ver la exposición de Gervasio Sánches, Desaparecidos? ¿Qué te ha parecido?
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